Robert Kennedy afirmó que: “solo aquellos que se atreven a fallar en grande, la hacen en grande”. No obstante, es posible considerar que Kennedy dijo lo anterior porque contaba con un enorme respaldo en caso de fracasar, ya que formaba parte de una familia muy adinerada.
Mucha gente que forma parte de empresas importantes tiene el talento y la experiencia para mejorar sus compañías, pero lamentablemente nadie los toma en cuenta. Por lo general son personas que tienen la experiencia y el conocimiento para montar su propio negocio y es lo que piensan día con día, sin decidirse a hacerlo.
Ellos tienen en contra que, para lanzar una compañía propia se requieren de tres cosas esenciales: tener una buena idea, la experiencia suficiente y la entereza para asumir riesgos. Por lo anterior eligen no arriesgarse y quedarse con su trabajo, para no perder todo lo que han ganado.
Una posible respuesta ante este dilema la podemos tener en la familia. Todo depende de la familia. Cuando se detecta una oportunidad de negocio y se presenta la opción de renunciar a nuestro empleo por ese sueño, hay que plantearse dos preguntas esenciales: 1) Mientras el negocio comienza a ser redituable ¿Con qué podemos mantener a nuestra familia y 2) Si este emprendimiento fracasa, ¿cuánto tardaremos en hallar un trabajo parecido al anterior?
En el caso de la primera puede ayudar el hecho de que un miembro de la familia tenga un trabajo estable y esté dispuesto apoyar a su pariente mientras el negocio comienza a marchar. La segunda cuestión es un tanto más complicada pero no imposible de superar positivamente. A final de cuentas con creatividad y entusiasmo se pueden disminuir los temores y riesgos ante la aventura de emprender un negocio propio.